La magia de la Gratitud
Hoy, al despertar, agradecí a mis oídos por sacarme del entre sueño con el dulce canto de un ave. Luego, agradecí la rica sensación del contacto de mi cuerpo con la textura inigualable de la colcha en una noche lluviosa.
Continué agradeciendo a mi olfato por permitirme deleitarme con el certero aroma que se cuela por debajo de la puerta y que, al percibir su rastro, deleita mi paladar.
Agradecí el poder disfrutar de una taza de café colombiano, preparado por mi hermano en la cocina. Sentado en la cama, mientras me dispongo a dar el salto para deleitarme con el café colombiano y con la vista que me ofrece la ventana de la sala hacia un bello cañaguate rosa florecido.
Pero antes, recuerdo agradecer el poder respirar y seguir con vida. Agradezco a los pulmones por llevar oxígeno fresco a todo el cuerpo a través de la sangre. Agradezco al corazón por bombear sangre día y noche sin detenerse, siempre saludable. Agradezco al encéfalo por liderar todas las funciones requeridas por mí.
Toda esta perfecta máquina orgánica sería solo un bulto consumiendo oxígeno a través de una respiración artificial sin la presencia de la consciencia que lo habita, la consciencia de existencia que da un propósito al cuerpo que habita. La misma consciencia que observa y disfruta todo lo captado a través de los sentidos.
Mientras contemplo la vista que tengo hacia el puente que une el Atlántico con el Magdalena, posando orgulloso por encima de su pequeño hermano mayor, que juntos observan la desembocadura del río Magdalena fluyendo orgulloso a su encuentro con el mar Caribe.
Tomo un sorbo del pocillo lleno de un buen café colombiano caliente, recordándome el porqué de su buena fama. Al girar la vista hacia mi izquierda, me encuentro de frente con el hermoso e imponente cañaguate rosa florecido.
Recuerdo agradecer el aire que respiro y a la fuente que lo produce.
Paul Breiner. Entrenador Ontológico