Mi “pretexto” ha sido mi palabra, ha sido mi honor.
Es el verdadero motivo que ha guiado mi vida,
el apego es lo más auténtico que ha sostenido mi ser.

Lo que he sido fluye en lo que soy, tejiendo la identidad que me define.

Lo que siento, lo que quiero,
lo que vivo, lo que pienso,
lo que digo, lo que hago,
resuena a cada instante en mi ser.

El tiempo y el espacio, relativos como son, dependen de quien los contempla, de quien los vive.
Cada uno tiene su perspectiva, y creamos nuestra realidad subjetiva.
Existe, además, una verdad social que entrelaza miradas y construye lo cultural, lo relativo.

Vivo la vida como una historia que anhelo contar a aquellos que extraño y no puedo ver.

Conservo un rollo de momentos hermosos, en los que me sumerjo al conversar conmigo mismo, con un amigo, con un desconocido o con una vieja amistad.
Así, esculpo mi nueva realidad, porque creo todo lo que soy, y soy todo lo que creo.

Puedo transformar mis conductas y, aun así, sentirme el mismo en esencia, aunque con nuevas conductas que me son más placenteras.
Aunque sería difícil recordar mis antiguas costumbres, ideas y pensamientos, puedo seguir sintiendo que, en lo profundo, sigo siendo yo.

Porque yo soy mi autoidentificación,
soy mi autoatribución,
soy mi elección, mi potencia,
soy mis límites y mis contradicciones,
soy lo que acepto y lo que rechazo.

No sé cuánto ni qué tan rápido estoy cambiando, pero sé que, a cada instante, hago mi parte, de forma constante y perseverante.